domingo, 22 de enero de 2012

EXCUSAS PARA NO PENSAR=¿Adónde lleva estudiar teología y filosofía?/CÓMO MIRAR UN CUADRO.

TÍTULO: EXCUSAS PARA NO PENSAR . ¿Adónde lleva estudiar teología y filosofía?

Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha utilizada para la búsqueda del conocimiento». Son palabras del pensador científico más conocido del mundo moderno, que acaba de cumplir y celebrar con sus colegas de la universidad de Cambridge su 70.º aniversario. «¿El estudio de la teología y la filosofía es hoy una pérdida de tiempo?», se le preguntó a Stephen Hawking en una ocasión. «Sin duda», fue su respuesta.
Desde muy joven le habían diagnosticado una enfermedad terrible del sistema motor de sus neuronas que presagiaba su fallecimiento en menos de dos o tres años. Han transcurrido más de 40 desde entonces y sigue predicando, literalmente, sobre ¿por qué hay algo, en lugar de nada, en el universo?


Parece sorprendente, pero lo cierto es que ni la ciencia tiene una respuesta definida para tal pregunta. Tal vez la más básica de todas las preguntas que pueda formularse uno, al entreabrir los ojos y percatarse de algo de lo que le dejan percibir sus códigos genéticos y otros. ¿Cómo es posible que no sepamos eso a ciencia cierta todavía?


La respuesta de Hawking sobre la existencia de entes sobrenaturales era tan negativa como la de una maestra a quien oí increpar a una alumna después de preguntar a toda la clase: «Que levanten la mano las que todavía creen en los horóscopos». «Se ha equivocado usted de carrera», le soltó la maestra a una de las cinco futuras psicólogas, convencidas todavía de que su futuro lo anticipaba su fecha de nacimiento y las líneas de sus manos. Su respuesta era tan negativa, efectivamente, como la de Stephen Hawking al divagar sobre el sentido de la investigación y el pensamiento, pero mucho más insolente y agresiva. Hawking no creía, efectivamente, que la profundización del conocimiento de la teología y filosofía condujera a ningún sitio pero, con toda seguridad seguía formando parte de un colectivo marcado por la admisión del cambio de opinión, el valor de la prueba mientras duraba y el principio de la incertidumbre.


Constituye un contrasentido olvidar que hasta los primates han aprendido a cambiar de opinión. Durante siglos y décadas se consideraba una traición a la cuna y a los valores heredados el cambiar de opinión. El carácter positivo o negativo de una persona se definía por su negativa a cambiar jamás de opinión ni, sobre todo, la que había sido de sus padres. Fue un gran neurólogo mexicano el que comprobó en el laboratorio que también los monos podían cambiar de opinión; que, en lugar de persistir pidiendo lechuga o tomate, unos segundos después podían preferir la zanahoria o los plátanos y manifestarlo así, sin asomo de culpa.


La comunidad científica también aprendió en su corta existencia no solo que las tesis sugeridas debían sustentarse con una prueba, sino que otros podían aportar pruebas de lo contrario. Lo que ayer resultaba blanco, hoy puede demostrarse que es negro. Hasta ayer mismo se creía que con la edad pueden debilitarse los músculos, pero en modo alguno la capacidad mental, que, supuestamente, se acrecentaba o, por lo menos, permanecía inalterable. Ahora se acaba de comprobar en el laboratorio que a partir de una determinada edad –bastante antes de lo que se sospechaba– disminuye la capacidad mental.


Por último, sea cual sea la convicción comprobada de un científico, esta se distingue de la creencia en saber aceptar y digerir el principio cuántico de la incertidumbre. La admisión de que dos átomos colocados en distintos hemisferios pueden sentirse mutuamente por estar entrelazados, en términos de la física cuántica, confiere una humildad al método positivo de análisis de la realidad que no tenía todavía la maestra cuestionada.
Con toda seguridad, tanto ella como su alumna increpada abordarán un día la búsqueda del conocimiento con un grado de humildad que agradeceremos todos.
TÍTULO: CÓMO MIRAR UN CUADRO:

El eterno beso de Klimt

Viena rinde homenaje a su célebre artista. El beso más famoso del mundo, rechazado por obsceno en su momento, es la obra estrella del 150.º aniversario del pintor `dorado´.Foto.


. El protagonista: en actitud dominante
Klimt solía representarse a sí mismo, habitualmente con el rostro oculto. Poderoso y corpulento, con un imponente cuello y el pelo negro coronado de hiedra, se inclina sobre la mujer. Su deslumbrante manto dorado envuelve a la joven, que se entrega al beso más famoso del mundo. Su bata de pintor es representada como manto con rectángulos negros, dorados y plateados combinados con espirales y círculos.



2. La composición: pareja enamorada

El beso es la obra que culmina el periodo dorado del artista. La que hoy se considera una de las obras más importantes de la historia del arte en su día causó la indignación de la alta sociedad vienesa, que la consideró obscena. En la composición predominan dos figuras verticales y unidas en una, envueltas en un ambiente de tanta intimidad e inmersas en una particular aureola que no mantienen contacto con el espectador.



3. Simbología: influencias egipcias

En 1890, Klimt –miembro de la Compañía de Artistas, con la que decoró grandes palacios– pintó por encargo la escalera principal del museo Kunsthistorisches de Viena con los lienzos correspondientes al arte egipcio. Ese trabajo lo transformó y explica la simbología de sus obras del periodo dorado, llenas de reminiscencias egipcias. El oro representa a Ra, dios del Sol y símbolo masculino, como también lo es el rectángulo. Klimt realza el vigor del amante dotando a su bata de esos atributos.



4. La mujer: el amor inalcanzable

Emilie Flöge era muchas cosas para Klimt: su compañera, su cuñada, su modelo y su gran amor platónico. Su cabello rojizo es decorado con flores moradas y su vestido, ajustado, es invadido por ornamentos coloridos, circulares y ondulados que marcan la silueta de su cuerpo. El estampado crea un gran contraste con su rostro, sus pies y las manos de ambos, pintados con la precisión de un gran retratista.



5. El color: paleta de oro puro

Klimt se inspiraba en los mosaicos bizantinos, sus ornamentos, figuras y dorados. En el óleo, pintado en dos dimensiones sobre cartón piedra, incluye no solo pintura dorada, sino también pan de oro, y genera contrastes de paleta continuos. La popularidad del cuadro aumentó por su valor material y por su evocación religiosa y mágica, que consigue con detalles como las doradas salpicaduras sobre el fondo.



6. El fondo: aguas tranquilas

Las figuras descansan sobre una alfombra floral que parece flotar en el vacío, aislando a la pareja aún más. Podría ser el borde de un amenazante precipicio, aunque interpretaciones recientes apuntan a que se trata
de la orilla del lago Attersee, donde él pasó muchos veranos junto con Emilie y su familia.
El fondo plano sería, por tanto, el reflejo del atardecer en el agua tranquila del lago, símbolo de la paz interior.

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