viernes, 6 de enero de 2012

Así hablamos con Dios . DIOS VIVE ENTRE LOS POBRES.

Más de 35 millones de españoles se confiesan católicos. Sin embargo, sólo un tercio admite rezar con regularidad, aunque por la crisis parece que miramos más al cielo. Eso sí, las formas han cambiado: la comunicación con el Ser Supremo se ha personalizado, y las oraciones tradicionales cada vez se recitan menos.
Nacido en Gante (Bélgica) y educado en francés, el rey Carlos I de España y V de Alemania ya respondió en el siglo XVI a la pregunta que da origen a este reportaje: ¿cómo hablamos los españoles con Dios? "En español", contestó rotundo el monarca, en una frase que ha pasado a la Historia no sólo porque elevaba la nuestra a categoría de lengua universal, sino porque, además, le otorgaba un carácter cuasi divino: "El francés lo uso para la diplomacia, el italiano, para tratar con las mujeres, el alemán, para dirigirme al caballo y, para hablar con Dios, para hablar con Dios sólo uso el español".
Casi 500 años después, la religiosidad de los españoles que se declaran creyentes se parece en bien poco a la que practicara el rey hispano germano. Sin embargo, seguimos considerando que, como reza el dicho popular, hablar en cristiano es hacerlo en español -o resto de lenguas cooficiales-. Y el propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, pese a ser agnóstico declarado, lo ha confirmado recientemente durante el Desayuno Nacional de la Oración celebrado en Washington a principios de mes: "Permítanme que les hable en castellano, la lengua en la que por primera vez se rezó al Dios del Evangelio en esta tierra", dijo ante el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el resto de invitados angloparlantes.
Más allá de la anécdota lingüística, es indiscutible que la forma de comunicarnos con la divinidad ha cambiado notablemente, entre otras razones porque ya no le rezamos a un dios único. La llegada de inmigrantes, la influencia de otras culturas y la separación cada vez más palpable entre religión y Estado, han configurado en las últimas décadas un nuevo mapa religioso en nuestro país. Desde que en 1980 se aprobó la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, el número de fieles de las confesiones minoritorias ha ido en aumento mientras la mayoritoria ha perdido adeptos sin remedio.
España sigue diciéndose fundamentalmente católica, pero cada vez menos. Si comparamos diversos estudios realizados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en septiembre de 1998, un 83,5% de la población se declaraba católico; en abril de 2005, el porcentaje descendía hasta el 79,4% y en diciembre del pasado año, apenas superaba el 75%. Por contra, el número de creyentes de otras religiones ha ido aumentando hasta superar los tres millones.
De ellos, más de 1,3 millones son musulmanes, según la Unión de Comunidades Islámicas de España; 1,2 millones pertenecen a distintas confesiones protestantes, según la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, y, además, hay varios cientos de miles de judíos, budistas, hinduistas… Para completar el panorama, hay que tener en cuenta que dos de cada 10 españoles se declaran actualmente no creyentes o ateos, proporción que en 1998 era de uno a 10.
MENOS DIALOGANTES. A pesar de todo, la Iglesia católica sigue siendo hegemónica en España (agrupa a más de 35 millones de fieles), con lo que es el Dios de los cristianos la divinidad con la que mayoritariamente nos comunicamos.
Pero, mientras los creyentes de otras religiones son altamente practicantes -según un estudio sobre religiosidad realizado por el CIS, el 95,6% de los mismos confiesa rezar más de una vez por semana-, las estadísticas indican que los católicos los son cada vez menos: el 52,3% afirma que casi nunca acude a misa u otros oficios religiosos si no es en ocasiones de carácter social (bodas, comuniones, bautizos, funerales…), y apenas uno de cada tres admite que reza con cierta regularidad, según el Informe Religioso 2008, realizado por la Fundación Bertelsmann.
No sólo hablamos menos con la divinidad. Además, lo hacemos de un modo diferente. Según la mayoría de expertos consultados, el padrenuestro y resto de oraciones tradicionales están en progresivo desuso, y las experiencias íntimas y personales se han impuesto a la participación de los fieles en liturgias donde la oración es grupal. "Los católicos del siglo XXI mantienen conversaciones directas con un Dios cada vez más adaptado a las necesidades de cada cual, en diálogos donde el tú sustituye al usted y las técnicas de meditación con influencias orientales tienen cabida", asegura el escritor y periodista jesuita Pedro Miguel Lamet.
ORACIONES MUY PERSONALES. En su opinión, podemos hablar de dos posturas en la comunicación con Dios: "Por un lado, la de quienes tienen una visión tradicional, basada en enseñanzas que presentaban a un Dios separado de los hombres, y que siguen dando mucha importancia a los ritos y tradiciones. Y, por otro, está surgiendo con fuerza una espiritualidad más libre, donde cada uno busca su propia relación con la trascedencia a través de la naturaleza, el silencio, la meditación, la música, la lectura, la relajación…".
En la misma línea, el sacerdote Javier Baeza reivindica las nuevas connotaciones que el verbo rezar tiene en los tiempos que corren: "Repetir sin más fórmulas aprendidas de memoria o mantener conversaciones de forma individual y secreta no es hablar con Dios. Yo entiendo que rezamos en la medida en que luchamos por la justicia, damos de comer al hambriento, vestimos al desnudo o visitamos al preso. En definitiva, en la medida en que cumplimos con lo que dice el Evangelio".
Baeza es uno de los curas de San Carlos Borromeo, la conocida como la iglesia roja de Vallecas, que hace tres años estuvo a punto de ser clausurada por el Arzobispado de Madrid ante la "la falta de ortodoxia litúrgica de sus párrocos" (quienes, además de consagrar rosquillas, permiten, entre otras cosas, que en su iglesia se lea el Corán y acudan a rezar personas de confesiones no católicas). En su opinión, esta nueva forma de entender la comunicación divina es cada vez más habitual entre muchos creyentes, que han pasado a conceder más importancia a las obras que a las palabras: "Es lo que la teología de la liberación llama 'bajar a los crucificados de la Cruz, en vez de quedarse orando a la Cruz'. Es decir, comprometerse con los pobres y los que sufren, en vez de pedirle de rodillas a Dios que lo haga por nosotros".
Puede parecer que tanto el punto de vista de Lamet, como el de Baeza, están bastante alejados de la regla admitido por buena parte de la jerarquía católica. Sin embargo, los tiempos cambian, y, en realidad, no difiere tanto de la expresada por el cardenal Carlos Amigo, ex arzobispo de Sevilla: "Existen muchos lenguajes para comunicarse con Dios y Él los conoce todos: hablamos con Dios al rezar una oración, pero también cuando lloramos ante situaciones injustas o cuando un padre se alegra por el nacimiento de un hijo. Se puede orar sin recurrir a las fórmulas clásicas. Basta, por ejemplo, con acudir a la parte más íntima de nuestra conciencia, preguntar a Dios cómo le gustaría que actuásemos ante las situaciones que nos suceden a diario y escuchar que sus consejos van a ser perdonar al otro, ayudar a los demás, colaborar con el débil…".
PERFIL DEL ORADOR. El cardenal Amigo insiste en que "en cualquier caso, no hay que confundir rezar con meditar o con realizar terapias de armonía y equilibrio personal", pero reconoce que podemos hablar con Dios sin recitar oraciones: "En los últimos años, se ha devaluado el hecho de memorizar y se ha descuidado un poco esa catequesis que antes hacían las familias para enseñar los rezos tradicionales. Creo que las personas mayores aún las recuerdan y usan, mientras que los adultos en general hablan con Dios mediante un diálogo interior profundo, y guardan en algún rincón de su memoria las fórmulas comunes para cuando rezan en comunidad".
La duda es qué pasará con las futuras generaciones. Según la Encuesta de Infancia España 2008, realizada por la Universidad de Comillas y la Fundación Santa María, "el 80% de los niños españoles entre 6 y 11 años son cristianos y rezan cada día a Dios. Además, el 40% va a misa casi cada semana. Sin embargo, todos los indicadores de religiosidad bajan en la preadolescencia: sólo el 60% de los niños entre 12 y 14 años manifiesta rezar alguna vez y menos del 20% acude semanalmente a misa".
Por otro lado, según la Oficina de Estadística y Sociología de la Iglesia Católica, si durante los años 90 se realizaron en España una media de casi 360.000 Primeras Comuniones, en 2008, éstas no llegaron a las 250.000. Dejando a un lado las variaciones demográficas que pueden afectar al dato, es innegable que desciende el número de este tipo de celebraciones y, en consecuencia, de la asistencia de los niños a las catequesis, que es, precisamente, donde fundamentalmente aprenden a rezar: "En las clases de Religión no enseñamos las oraciones, impartimos contenidos relacionados con la cultura religiosa cristiana. La única oración que se trata es el padrenuestro, porque forma parte del Nuevo Testamento, pero no la explicamos como se hace en la catequesis, porque somos profesores, no catequistas", señalan desde la Asociación Profesional de Profesores de Religión en Centros Estatales.
Guillermo Mirecki, editor del portal de Internet Catequesisenfamilia.org, asegura que, a pesar de los datos, la religiosidad de las futuras generaciones está asegurada: "Es cierto que, desde finales de los 90, ha descendido el número de niños que realizan la catequesis, pero en los últimos años se percibe una vuelta de las familias a la práctica religiosa. En su seno se enseñan las oraciones tradicionales, en la catequesis se ayuda a comprenderlas y, cuando los niños pasan la adolescencia, durante la cual su espiritualidad suele caer en picado, vuelven a recurrir a esas oraciones". En opinión de Mirecki, estas fórmulas aprendidas en la infancia son una forma fácil de comunicarse con Dios a las que muchos cristianos acuden porque "la meditación cristiana es, en realidad, algo muy complicado, que requiere tiempo, predisposición, tranquilidad, silencio... Y, ¿quién tiene eso hoy en día?".
REPUNTE ESPIRITUAL. El catedrático en Psiquiatría Enrique Rojas también considera que se está produciendo "una recuperación de lo religioso en todo el mundo", y, además, cree que son precisamente los niños de hoy en día quienes van a liderar ese movimiento: "Aunque las políticas educativas vayan por otra línea, nuestro hijos están siendo educados por sus abuelos, y especialmente, por sus abuelas. Es decir, que están siendo formados de acuerdo con los valores de las personas más practicantes y que más han conservado su fe mientras muchos daban la espalda a Dios".
Quizá, como dice el refrán, sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, pero el caso es que, según los expertos, en épocas de crisis económicas se reza más, o al menos, se mira más hacia el cielo. "Es en estos momentos cuando hay que dar respuestas a la gente que anhela valores, espiritualidad y esperanza", aseguraba el ex presidente catalán Jordi Pujol durante el seminario Religiones y espiritualidad en un mundo en crisis, organizado el pasado año por el Centro de Estudios que lleva su nombre.
La conclusión del encuentro, en el que participaron representantes de distintas confesiones religiosas y tendencias políticas, fue que "las distintas religiones y la espiritualidad parecen recobrar un renovado protagonismo en un Occidente secularizado e inmerso en un proceso de crisis y de cambios de gran alcance".
Enrique Rojas cree que "España también acabará subiéndose al carro del que actualmente tiran China, la India, Brasil o Estados Unidos, países donde existe una profunda hondura religiosa y donde la espiritualidad se considera parte del día a día". Sin embargo, en opinión de Pedro Miguel Lamet, aún queda camino por andar porque "hoy en día, a muchos españoles les cuesta reconocerse como creyentes o admitir públicamente que rezan". Dan fe de ello las 40 amabilísimas negativas a participar en este reportaje que hemos recibido durante la búsqueda de rostros conocidos con los que encarnarlo.
Según Lamet, la dificultad para encontrar voluntarios que confesaran cómo hablan con Dios era previsible "porque no está de moda ir diciendo que lo hacemos, sino más bien lo contrario". Por eso, en su opinión las encuestas sobre religiosidad no dan una visión real de lo que sucede en España ya que, en realidad, rezamos mucho más de lo que decimos: "Hasta el más laico de los laicos, en momentos de sufrimiento, dolor o muerte, acaba preguntándose por el sentido de la vida y descubriendo en su interior una realidad espiritual que le lleva a Dios".

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